Archive for marzo 2012

A propósito de la Exigencia del Cese de Hostilidades

Los últimos comunicados y declaraciones públicas de los actores del conflicto colombiano han despertado expectativas sobre la posibilidad de una salida negociada, de igual forma han avivado un intenso debate sobre si es pertinente o no. Publico estas líneas en éste espacio por su extensión, no obstante hacen parte de los comentarios que le hago a la columna Los signos de una voluntad de paz: negro es blanco, en estas propongo realizar algunas distinciones y expongo la argumentación de algunas razones prácticas para demostrar que exigir el cese de hostilidades para iniciar los diálogos de paz se convierte en un elemento dilatorio del inicio de los mismos. No obstante quiero indicar que estas mismas lineas no pretenden abogar por el inicio inmediato de los diálogos de paz, solo pretenden, al igual que las publicadas anteriormente, aportar elementos a la discusión.

"...Creo que es importante hacer las siguientes distinciones; la guerra es tan solo una de las múltiples expresiones del conflicto que se vive en Colombia, por lo que es correcto suponer que es posible suspenderla y abordar el problema por la vía del diálogo con el objetivo de resolverlo; también es claro que los diálogos hacen parte de un proceso de negociación en el que los actores involucrados deberán entender los intereses y fines de los otros, que la razón del conflicto está en que de facto existen diferencias entre estos y que para resolverlo deben cerrarse las brechas que los distancian, es decir, debe llegarse a un consenso; para lograrlo existen tres opciones, la primera consiste en que una de las dos partes adopte los intereses o fines de la otra(una concesión total),la segunda que ambas adopten intereses y fines de la otra , lo que implica que abandonen necesariamente parte de los suyos (una concesión parcial), y la tercera que en el proceso de negociación se encuentren unos nuevos intereses y fines tan atractivos que las hagan desistir de mantener los que en un principio generaron el conflicto. En un escenario ideal de negociación debería existir un equilibrio de poder entre las partes para evitar abusos que destruyan la posibilidad del consenso, y está destrucción del consenso no significa otra cosa que ejercer la violencia sobre el otro para realizar las aspiraciones teleológicas propias valiéndose del ejercicio de un poder mayor.

Es evidente que en el escenario de negociación que podría darse en el país no existe un equilibrio de poderes entre las partes, pues una goza de una fuente casi inagotable de recursos, de toda la legitimidad que le confiere ser representante del estado colombiano y del respaldo pleno de la comunidad internacional y los organismos multilaterales, mientras que la otra goza casi exactamente de las condiciones contrarias. No obstante existe una condición que crea una especie de equilibrio relativo elevando el poder de la parte en peores condiciones, mediante la generación de un elemento de presión cuya consecuencia es la crisis humanitaria, a ésta condición se le llama guerra.

Con base en esto se puede concluir lo siguiente; la exigencia del cese de hostilidades agotaría la condición de equilibrio relativo, lo que necesariamente conlleva a aumentar la probabilidad de que el actor que goce de mayor poder imponga su voluntad, destruyendo el logro del consenso, o lo que es lo mismo no resolviendo el problema por el segundo camino para alcanzar la paz comentado anteriormente (una paz acordada),si no convirtiéndose en un forma de pacificación; es decir bajo este escenario no se está negociando la solución del conflicto, se está negociando la rendición de un bando, lo que me lleva a repetir una apreciación anterior, y es que, estoy convencido de que el fin del conflicto no está en la ausencia de sus partes pues en mi concepto esto solo actúa sobre los efectos del problema pero deja intactas sus causas, pues los objetivos de las partes en conflicto son una expresión de las realidades que experimentan.

Lo segundo que se puede concluir es que la guerra es un elemento valioso para el actor que goce de una posición desventajosa en términos de poder, por lo que esperar a que decida desistir de ejercerla es algo casi imposible. Aquí es necesario aclarar que para éste análisis solo se considera la situación hipotética de un escenario de negociación y que estas conclusiones son válidas para éste contexto, con esto quiero indicar que existen otros asuntos y efectos de la guerra que pueden ser convenientes para ambas partes del conflicto y que también la pueden hacer, dependiendo del escenario, valiosa para ambas."

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A propósito de la Posibilidad de Dialogo

Los últimos comunicados y declaraciones públicas de los actores del conflicto colombiano han despertado expectativas sobre la posibilidad de una salida negociada, de igual forma han avivado un intenso debate sobre si es pertinente o no. Publico estas líneas en éste espacio por su extensión, no obstante hacen parte de los comentarios que le hago a la columna Los signos de una voluntad de paz: negro es blanco, en estas propongo aspectos a introducir en la dicusión y expongo mis puntos de vista.
  
...Sería interesante introducir a la discusión la visión del otro que implica cada uno de los dos caminos por los que, por ahora, creemos que puede alcanzarse la paz; el primero de ellos, la paz romana o la pacificación, bandera del gobierno Uribe y que consiste en el exterminio sistemático del enemigo por medio de combates, la supresión de sus cadenas de suministro y su descalificación como interlocutor razonable y humano con el fin de evitar que consiga cualquier tipo de apoyo de parte de la opinión pública y que por lo mismo termine aniquilado; en este caso el otro no es más que un extraño que perturba el orden social, al que hay que temerle y erradicar pues es la causa de todo desorden, su única motivación, su único fin es entorpecer el desarrollo de la comunidad, enfermar la estructura social; quizá el más recordado de los casos en el que un grupo fue tratado bajo esta visión es el de los judíos durante el Tercer Reich, durante el cual los dirigentes nazis los expusieron como el enemigo único del progreso alemán, con amplia aceptación de la opinión alemana, con la trágicas consecuencias que hoy conocemos, con la insuperable vergüenza que nos heredó.

Una forma distinta es la que nos muestra la paz negociada, la paz acordada, que a diferencia de la pacificación  no implica la ausencia del enemigo, del otro; solo requiere para darse la consecución de consensos. Bajo éste enfoque el otro no es un extraño perturbador que pone en riesgo el orden social; el otro se observa como un sujeto critico, racional y ético que toma posturas frente al mundo, y que está dispuesto a argumentarlas; es decir que el otro ya no es un ser incivil, por el contrario es un ser útil que identifica problemas, los pone en evidencia y lucha por resolverlos.

Aceptar la posibilidad de dialogo es aceptar ver a las FARC con otros ojos, es reconocer la racionalidad sus miembros, aunque muchos de sus actos no sean razonables, es dejarlos de pensar en términos maniqueos, es darles un estatus de interlocutor válido, abrir una discusión sobre las bases mismas del conflicto.

Creo que la discusión que realmente debe darse acerca de cuál de los dos caminos recorrer, debe partir de la calificación los costos del conflicto (y no solo su cuantificación, algo en lo que ya estamos curtidos) y de preguntarnos si como sociedad estamos dispuestos a seguir pagándolos y a acarrear con sus secuelas; esto es una cuestión fundamentalmente ética, que rebasa los escenarios de lo técnico y militar.

De lo que si estoy convencido, es que el fin del conflicto no está en la ausencia de sus partes.

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A propósito del film Medidas Extremas

Medidas extremas (Al cruzar el límite, en España) es una película que presenta una situación éticamente reprochable. En la que se explora la afirmación de que el fin justifica los medios. En esta trama, un grupo de médicos especialistas realizan experimentos ilegales y no consentidos con personas a las que engañan para probar procedimientos y medicinas en busca de un tratamiento efectivo para la paraplejia, cuadriplejia y demás afecciones cervicales. Métodos reprochables atados a un fin sin duda altruista que pretenden hallar una solución y brindar esperanza a las personas que por condición de su enfermedad se encuentran limitadas para el disfrute del mundo.

Los promotores de Trifase, nombre del programa de investigación médica, se encuentran convencidos de que la forma en que realizan sus experimentos es aceptable si se compara con las múltiples dificultades que enfrentan las personas que sufren de limitaciones físicas severas y los beneficios que esta solución ofrece. El problema ético de aprovecharse de individuos en contra de su voluntad para fines médicos, bajo su lógica, se disuelve en el valor de fin perseguido. Más aún cuando para ellos sus especímenes de prueba, vagabundos a los que nadie extrañará, se dignifican al contribuir con su sacrificio para tener un mejor mañana.

Durante el desarrollo de la historia el protagonista de la película el doctor Guy se enfrenta a una situación de intriga que sin duda se le sale de las manos, la curiosidad lo lleva a descubrir el proyecto Trifase y a enfrentar directamente al dilema de los fines y los medios. En un primer momento valora como mala la forma en que se busca el fin: el engaño, el secuestro, la mutilación y la alteración de las funciones orgánicas de los individuos mediante experimentación no consentida, se presentan como acciones injustificables desde cualquier punto de vista. Sin embargo en el momento que piensa (por que se lo hacen creer) que ha perdido la facultad del movimiento indica que haría cualquier cosa para sanar su cuerpo.

Los avances que se obtienen de la investigación son innegables, muchas personas han recobrado el dominio de su cuerpo y el protagonista debe tomar una decisión compleja; develar la mentira y acabar con los planes y abusos de los investigadores, o servir con su acción u omisión a los fines del proyecto y mejorar la vida de muchas personas. El sufrimiento de unos cuantos “sin techo” versus la recuperación de la vida de millares de "buenas" personas.

Con respecto al dilema, Peter Singer, diría que la única obligación del hombre esta con su conciencia, con una conciencia crítica que le permita distinguir lo justo de lo que no lo es, “La única obligación que tenemos es hacer en todo momento lo que se consideramos justo”. En este caso el altruismo del fin entra en contradicción directa con la forma que se han planteado los investigadores para alcanzarlo; no es posible ponderar de una manera distinta el dolor de una persona u otra, sin importar su puesto en la sociedad, los hombres somos los mismos; no hay quien se encuentre más en deuda con la humanidad, todos ellos, todos nosotros, sufrimos de la misma manera.

Una visión utilitarista del problema, podría aceptar la injusticia como mal menor. No obstante, la reflexión ética devela que nos es posible separar los fines y los medios. Tal como dijo Ibáñez-Langlois,“La naturaleza de los fines está implicada en la naturaleza de los medios. En cierto modo contienen ya el fin; los procedimientos anuncian el resultado. Predicar, matar, conmover, forzar, orar, no son medios neutros que sirvan para cualquier fin: cada uno lleva implícito un resultado”.

El mensaje es claro. Los fines y los medios forman un solo conjunto y como tal comparten una serie de características comunes, no existe uno sin el otro, el uno implica al otro, están íntimamente relacionados y cualquier intento reflexivo por separarlos es en sí mismo inocuo. La decisión del grupo de investigadores de violar la ley y hacerle daño a personas desprotegidas, creyendo en sus razones y argumentos, no es un acto de desobediencia civil sino un delito. Acciones injustificadas desde el más mínimo atisbo de conciencia social.

Si bien en palabras de Robert Paul Wolff, “La obligación principal de un hombre es la autonomía, el rechazo a ser gobernado; podría parecer entonces que no existe solución para el conflicto entre la autonomía del individuo y la autoridad punitiva del estado. En cuanto un hombre cumpla con su obligación de hacer de sí mismo el autor de sus decisiones, resistirá a la pretensión del estado de tener autoridad sobre él”. Esta autonomía debe partir siempre del respeto por el otro, a su integridad y poder de decisión.

Esta historia, evidencia el poder que tiene la medicina y quienes la ejercen sobre sus usuarios. Invita a la reflexión sobre como las creencias y posiciones morales del personal médico pueden condicionar los resultados clínicos y sirve sin duda como estímulo para la reflexión ética.

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