Archive for 2018

Sobre las odas al pensamiento creativo

"Menos adictas al estudio de la cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y de los inviernos".  Del rigor en la ciencia. JLB

Casi tan presente como la idea de hacer dinero, la innovación ha encontrado en los sueños y expectativas de las nuevas generaciones su lugar como mantra sagrado, merecedor de reverencias y repetición inconsciente. Hacer las cosas diferentes, ser creativos, salir de lo convencional, pensar por fuera de la caja, no seguir las reglas; en últimas, ser "innovador", se presenta como la respuesta correcta a cualquier problema. Dicho discurso y sus defensores reniegan del pasado y los méritos de sus protagonistas, depreciando lo logrado por quienes les antecedieron y dieron forma al mundo que hoy conocen. 

Como atribuyendo la solución creativa a un proceso mágico e irreverente; los mercaderes de esta idea promueven la adopción de "técnicas creativas" junto con discursos motivadores como receta adecuada para el logro del éxito personal y la creación de valor en las organizaciones modernas. Reduciendo la cuestión creativa a la adopción de métodos "light" y estereotipos, que mal usados y sobrevalorados, generan todo lo contrario.

El fomento y la réplica irreflexiva de esta versión ligera del proceso de creación como respuesta a los problemas de desarrollo personal, organizacional y nacional, desvía la atención de los elementos fundamentales que precisamente lo permiten: la reflexión y el pensamiento complejo, la existencia de problemas, el dominio de las artes, la ciencia y la tecnología; y la búsqueda del bienestar como propósito superior.

Rusell Ackoff, arquitecto y pensador norteamericano, y uno de los padres del pensamiento sistémico, indica que la creatividad es la capacidad de reconocer las restricciones autoimpuestas en la solución de un problema y eliminarlas deliberadamente. Así para Ackoff; el desarrollo y el pensamiento creativo parten del autoconocimiento y terminan en la realidad; a través de un proceso comprensivo de esta última, de sus problemas y de los conceptos con los que se cuenta para hallar una solución que permita el desarrollo. 

Lejos de ser un proceso simple, la solución creativa de problemas requiere de agudeza para ser conscientes de lo que existe, y visión para liberar el pensamiento de las ataduras del dogma, el miedo y la mediocridad. La simplicidad que sin duda debe ser un atributo de la innovación como resultado, en ningún caso debe confundirse con facilismo a la hora de encontrarlo.

A lo largo de la historia, todas las grandes civilizaciones han reconocido la importancia del pensamiento y la ciencia en la búsqueda del desarrollo; y por este motivo, el mecenazgo y las expediciones científicas acompañaron durante siglos a la táctica militar como instrumentos de expansión del poder político y económico.

Frente a este panorama, no está de más recordar nuevamente la invitación de Zuleta a elogiar la dificultad y el desencuentro como oportunidades de creación de conciencia y desarrollo humano. Nada más contrario al pensamiento creativo que la adopción dogmática del simplismo como camino a la innovación.

En mi opinión, el desprecio al pensamiento complejo (integrador, consciente, sistémico y formado) en favor de la idea del camino "simple" y "novedoso" como fuente única de creación legítima que ronda en nuestra época, hace más mal que bien, y si pudiese llamarse así, es una posición cándida e irresponsable.

Tal y como dijo Camus: "la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad", y en este caso, las odas irreflexivas al pensamiento creativo y la innovación que pretenden motivarlos, llevan precisamente a lo contrario.

*Esta reflexión fue publicada originalmente el 19 de noviembre de 2018 en la sección de opinión de UdeA Noticias

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A propósito del abuso de la información y el orden mundial

Henry Kissinger, académico y exsecretario de estado de EEUU. Estratega y realizador de gran parte de los más importantes y polémicos hechos del siglo XX en el ámbito de la política exterior global, en su más recientemente libro, el Orden Mundial, reflexionó entre otros conceptos, sobre el abuso de la información en la era digital, y su impacto en las relaciones entre estados y la definición de sus políticas internas.

Al lado de temas tan relevantes en el orden mundial como las transiciones hegemónicas, la proliferación nuclear, las fricciones y aparentes contradicciones entre occidente y oriente, y los ciberataques (con su regulación en deuda); Kissinger expone que las cuestiones aún no resueltas de este fenómeno, y su influencia innegable en la conformación de la opinión pública, el liderazgo político y la conciencia humana son de una discusión absolutamente pertinente, impostergable si se quiere. Entre ellas se encuentran:

  • La posibilidad de la manipulación de masas a gran escala, a un nivel nunca imaginado por Goebbels, gracias a la posibilidad de conectar y amplificar un mensaje al costo de un clic entre cientos de miles de personas. De la cual, la supuesta intervención rusa en las elecciones norteamericanas, el papel de empresas como Cambridge Analytica y la célebre campaña "más barata de la historia" del NO en el plebiscito de la paz en Colombia son solo algunos ejemplos.
  • La tiranía de la opinión pública, fenómeno por el cual los gobernantes caen presa de las emociones sociales y los incentivos de corto plazo (como la acumulación de capital político) para la toma de decisiones, en el desarrollo de lo que podría llamarse el fetiche de la reputación (en una clara alegoría al concepto Marxista). Transformando cándidos en tartufos y viceversa.
  • La pérdida de relevancia del pensamiento conceptual, como consecuencia de la sobresaturación y fácil acceso a la información, que hace que estar informado se confunda con conocer. En detrimento de la necesidad de la revisión y elaboración propia de las ideas en la construcción del conocimiento. Situación que se pone en evidencia en respuestas del tipo "pregúntele a Google".

Así, tal y como si de la realización de un preludio se tratara, hechos como el aumento de las fake news y la aceptación irreflexiva de la posverdad como instrumento práctico en la vida política y social, sirven de antesala al escenario dispuesto para la desconexión fáctica de la realidad y su entendimiento, promovida por políticos de todas las vertientes; desde las más conservadoras (y tiránicas) hasta las "más nuevas", propuestas por los mesías de la esperanza y la decencia. 

Estas situaciones no son de poca monta ni ajenas; más aún si se entiende, que los acontecimientos políticos actuales (en Colombia y en el mundo),  además de dar cuenta del imponente estado de cosas en el que la racionalidad tecnológica da forma al contexto internacional y social; también transforman la vida individual y familiar, a través de decisiones en la provisión de servicios esenciales tradicionalmente a cargo del estado y el compromiso de las capacidades nacionales en la construcción de futuros compartidos.

No sin razón, los llamados a adoptar un ciudadanía consciente más allá del beneficio personal son necesarios y oportunos. Lejos de querer pertenecer a un grupo y a su verdad, en desarrollo del afán paranoide descrito por Estanislao Zuleta; nuestra principal obligación debería estar con la coherencia y la búsqueda de la armonía social; ese perfecto caos de mejores y más productivos conflictos.

Es así como, en el interesante y frenético devenir histórico del que hacemos parte y al que contribuimos como el caracol de Lorca, ignorados y humildes, seguirá siendo importante el desarrollo de la consciencia individual y del pensamiento reflexivo, en coherencia con la idea de educar para la democracia, en el sentido propuesto por Carlos Gaviria, de formar para la autonomía y el pensamiento independiente; procurando ¿por qué no?, que del único mesías del que sepamos sea del de Händel, y así, con un poco de suerte, no sucumbir frente al abuso de la información, en la era digital.

*Esta reflexión fue publicada originalmente el 23 de julio de 2018 en la sección de opinión de UdeA Noticias

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A propósito de la calidad del aire en Medellín

Por estos días Medellín nuevamente se encontró en estado de alerta ambiental por su mala calidad del aire. Lejos de ser un escenario atípico, esta situación poco a poco se ha ido normalizando por su recurrencia periódica, y sí pudiera llamarse así, incorporando lentamente en el imaginario colectivo que tienen propios y extraños de la capital antioqueña. Extendiendo así, el rastro de la huella ambiental a la imagen que proyecta la ciudad.

Cada año por la misma temporada, como si se tratase del mítico castigo de Sísifo, la ciudad y sus habitantes cargan con el lastre de la contaminación y las medidas de choque que limitan el ejercicio de la vida en el espacio público; por cuenta del ambiente tóxico que genera la concentración de partículas dañinas en el aire, resultantes de la actividad industrial, la movilización de bienes y personas,  condiciones climáticas adversas y la topografía del territorio. Situación que como todo castigo, conlleva daño, y a simple vista propone contradicciones con soluciones imposibles, como dejar de respirar para no morir y no ejercitarse para estar sano.

Esto podría parecer tolerable para muchos, ya que los ambientes artificiales en los que habitamos diariamente ocultan las nubes grises mientras que las necesidades más apremiantes distraen de los costos sociales del tratamiento paliativo que las autoridades proponen a un problema ambiental con arraigadas e intrincadas causas en las dinámicas urbanas, o en otras palabras, en la manera en la que decidimos (y continuaremos decidiendo, quizá) habitar un territorio con otros.

Así el llamado "cívico" a asumir cada tanto sacrificios en favor del medio ambiente, en vez de generar transformaciones permanentes en la forma en la que nos movilizamos o producimos, refuerza la idea del que "peca y reza empata" como efecto residual de planes y acciones que pretenden demostrar manejos eficientes, contundentes y oportunos a crisis cuyas causas no extinguimos. 

Y es que este asunto, en realidad no es de poca monta. Si bien aún no hay claridad sobre el impacto en la salud de los ciudadanos de Medellín,  la OMS estimó en 2012 que la mala calidad del aire provoca anualmente en todo el mundo 3 millones de fallecimientos prematuros, e instó a mejorar la calidad del aire como  medio para reducir la carga de morbilidad resultante de accidentes cerebrovasculares, cánceres de pulmón y neumopatías crónicas y agudas.

Por supuesto, no hay que desconocer los esfuerzos que varias de las instituciones con incidencia en el diseño de políticas públicas hacen sobre esta situación para mejorar la posición de la ciudad. Planes como el POECA y el PIGECA diseñados por el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, para la atención de los eventos de alerta y el direccionamiento de la intervención a largo plazo de las causas estructurales de la mala calidad del aire ayudan, pero son insuficientes por sí solos, si sus principios no se extienden y aplican de manera efectiva a las interacciones sociales.

Así mismo, la reciente renovación del pacto por la calidad del aire, realizada por la Alcaldía de Medellín, es un acto político relevante, que sin embargo, en ausencia de los incentivos adecuados y de acuerdos más comprometedores, sigue siendo insuficiente para impulsar los cambios estructurales requeridos en la forma de habitar y asumir la vida en Medellín.

Algunos ejemplos de soluciones interesantes aunque parciales son: las supercuadras de Barcelona, con fuertes restricciones al tráfico vehicular al interior de los barrios; el diseño y construcción de pequeñas ciudades dentro de la ciudad, que disminuyan la longitud e impacto de los desplazamientos sin perder ejes articuladores globales; el diseño de corredores de movilización de carga por fuera de la ciudad; la resignificación de la compra de un automóvil para evitar que sea visto como símbolo de "ascenso social", y la intervención misma sobre el volumen de desplazamientos rutinarios innecesarios partiendo de la realidad de las relaciones educativas e industriales actuales a la luz de las tecnologías disponibles.

En todo caso, lo interesante de esta crisis (permanentemente recurrente, crónica si se quiere), es que le ofrece la oportunidad a la ciudad de repensarse y reorientar en el mediano y largo plazo las inversiones necesarias para incorporar innovaciones en su configuración y a los ciudadanos la posibilidad de introducir cambios razonables en su forma de habitarla, con el fin de superar de la mejor manera la mala calidad del aire y de paso alcanzar un mejor estándar de vida urbana. Actuando así, quizá, nos evitamos lo de Santiago Nasar.

*Esta reflexión fue publicada originalmente el 23 de marzo de 2018 en la sección de opinión de UdeA Noticias


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Ante todo no hagas daño

Ante todo no hagas daño (en inglés Do No Harm), el título del libro en que Henry Marsh, un reconocido neurocirujano inglés presenta las memorias de su práctica profesional, merece cuando menos dos calificativos: es honesto y leído sin contexto, baladí. En este, una suerte de anécdotas son recogidas con el propósito de presentar no solo la falibilidad del criterio y ejercicio médico, y las difíciles situaciones que enfrentan los profesionales de la salud, sino, una serie de dilemas éticos y decisiones tomadas; muestras perfectas de la fragilidad  humana.

En su libro Marsh con bastante franqueza habla abiertamente de temas tradicionalmente olvidados u ocultos tras el mérito, la competencia, la presión social y la esperanza. Píldoras contra la broncemia, que sin duda ofrecen lecciones para profesionales de todas las áreas. A continuación me permito realizar la descripción en una lista incompleta y poco exhaustiva de algunos de los temas tratados en el libro:

  • Errores médicos: el libro entero se encuentra lleno de casos, en los que el autor presenta como el exceso de confianza, la inexperiencia, la omisión consiente, el orgullo, sus emociones e incluso la decidía, generaron serios daños a sus pacientes, la mayoría irreversibles.
  • Gestión de la esperanza: más allá de la evidencia, la definición de conducta y la efectividad del tratamiento, el ejercicio de la medicina exige la responsabilidad de informar y ajustar las expectativas de los pacientes y sus familias. Con una dosis de realismo que implica incluso a veces eliminar la esperanza.
  • Egocentrismo y broncemia: otros de los temas recurrentes del libro se relacionan con la vanidad y el sentimiento de superioridad que embarga a algunos de los profesionales de la salud. Sin bien nuestro autor parece haber superado estas ideas, en las historias narradas presenta como no tener la empatía suficiente con sus pacientes o el exceso de confianza lo llevo a tomar las que considera malas decisiones.
  • Riesgo-efectividad del tratamiento: en todo momento los médicos deben brindar información suficiente y clara a los pacientes y a sus familias, y recomendar tratamientos en donde los beneficios superen los riesgos. Esta no es una responsabilidad menor, en muchos de los casos narrados, se muestra como el contenido, entusiasmo y momento elegido para comunicar esta información tuvo impacto en las decisiones de los pacientes.
  • Despersonalización del paciente: Marsh desprecia la despersonalización que hace el sistema de salud, los procedimientos estandarizados y los ritos de la profesión de los pacientes y sus familias. Todo el libro es una llamado de atención a la empatía.
  • Mercantilización de la práctica médica: al final de libro se hace referencia a como el ingreso individual percibido por los profesionales de la salud puede hacer que se recomienden a sus pacientes tratamientos que no requieren o que no presentan una relación favorable de riesgo-beneficio.

Bien podría decirse que Marsh en su libro presenta una contribución a la humanización de su profesión apoyando la desmitificando de la idea de la infalibilidad médica, a través del reconocimiento de inquietudes y fracasos propios, algo aún muy poco común en la búsqueda de la "humanización de la medicina". Sin embargo esta humanización, un eufemismo, no es otra cosa que la lucha contra el reflejo mismo de la condición humana, que tiene como propósito exacerbar en los profesionales clínicos sentimientos de empatía, indicando, que ser demasiado humanos, hace daño, y que por lo mismo, se debe aprender a esbozar la mejor sonrisa y a cargar un ánimo comprensivo en todo momento y lugar.

Por supuesto, en ningún caso pienso que fortalecer la capacidad en los profesionales de la salud para entender que el otro, que no es un otro, sino un paciente; alguien que por su condición física y el desconocimiento técnico se encuentra en un estado vulnerable, y que por lo mismo debe ser tratado  en todo momento con sumo cuidado y respeto; no sea importante. Por el contrario, es una actividad necesaria y un atributo deseable en cualquier sistema de salud.

No obstante, esta forma de des-humanización de la medicina (la conservación de solo lo bueno del ser humano durante el ejercicio de la profesión), tan exigente, olvida en muchas ocasiones la vulnerabilidad de los profesionales de la salud. En mi opinión, el gran aporte de Marsh en su libro es la visibilización de la figura de lo que puede anunciarse como el "médico en riesgo", un llamado silencioso pero potente a la preocupación por la salud mental del personal de la salud. Las historias narradas en primera persona por el autor revelan una vida llena de situaciones difíciles, serios dilemas éticos y la inexistencia de un límite claro entre la vida personal y profesional que constituyen un riesgo psicológico extremo; un llamado a la consciencia sobre el cuidado del cuidador que hay que tomarse en serio.

Dicho sea de paso, desde hace casi tres años asisto diariamente a una institución hospitalaria (a la fecha he trabajado en dos),  en las posiciones cómodas de la administración, esa sobre la que en tantas oportunidades llama la atención Marsh. Debo reconocer que este libro me permitió conocer de otra forma muchas de las situaciones que atraviesan los profesionales de la salud mientras otros nos ocupamos de evaluar políticas, flujos de caja, procesos y sistemas.

Este libro, y las reflexiones que genera, son sin duda, una buena manera de invitar también a cerrar las brechas, a veces tan abiertas, entre las políticas administrativas y la asistencia.


*Esta reflexión fue publicada originalmente el 25 de enero de 2018 en la sección de opinión de UdeA Noticias

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