A propósito de la desindustrialización en Colombia

Diciembre además de ser época de celebraciones tradicionalmente ha sido un mes de balances y compromisos. No sólo para los individuos sino para las instituciones. Por estos días se han presentado los resultados económicos del año, los cuales según los expertos son satisfactorios. Pero entre esas  cifras que tanto regocijan al gobierno, se muestra el decrecimiento de la industria (manufactura) en el país, una reducción en su participación en el PIB y la perdida de empleos en el sector. 

Y aunque este hecho se ve opacado por el buen desempeño de sectores como la construcción, la agricultura y la minería, no debe dejar de preocupar, más aun, cuando se contempla el decrecimiento acumulado desde la apertura de los 90's. La industria ha sido el motor de desarrollo de la mayoría de las naciones del primer mundo; tal ha sido su impacto que en el ideario colectivo es común tomar industrializado como sinónimo de desarrollado. Desde la aparición de las primeras máquinas a vapor y la estandarización del trabajo, y sus correspondientes aportes a los incrementos en la productividad; la industria y la riqueza de las naciones quedó ligada.

Sin embargo, es cierto que la sociedad industrial (manufacturera) de antaño, la de hoy en Colombia, ha cedido su lugar como la mayor fuente de excedentes. La sociedad industrial (manufacturera) fue reemplazada por la sociedad del conocimiento. Diseños y  patentes han tomado más valor que las máquinas que fabrican los productos. Para darse cuenta sólo basta con observar la impresionante actividad manufacturera de china y los contratos de empresas de alta tecnología como Apple o Samsung con dicha nación. 

El problema radica en que en sociedades como la nuestra, con educación de mala calidad y poca inversión en investigación y desarrollo, la actividad industrial (manufacturera) es indispensable. Colombia es mayoritariamente un país de obreros y labriegos, en el cual las oportunidades de obtener educación superior son limitadas y/o malas; y  la transición hacia una sociedad de conocimiento es  un proceso dispendioso con una meta distante. Por lo mismo, es necesario tener un aparato productivo que permita incluir de manera realista y oportuna a la población en la actividad económica, que brinde los medios de satisfacción de las necesidades básicas y permita acumular excedentes para educar a la población.

Por lo pronto, es imperante la recuperación del sector industrial colombiano, no sólo por lo inclusivo de su empleo sino por la calidad del mismo y el aporte al bienestar de quienes laboran en él; un empleo en la industria, en general, cuenta con mayores garantías laborales, que por ejemplo uno en la agricultura.

Es importante que el gobierno nacional defina prontamente una política industrial en Colombia, realista y pertinente, que incluya: mecanismos necesarios para la transformación de la mano de obra, criterios de responsabilidad empresarial y agendas de inversión en investigación y desarrollo, que permitan un pronto acercamiento a la sociedad del conocimiento y a incrementos sostenibles en la productividad y el bienestar de la población. Tal y como lo planteaba Levitt; para poder tener un desarrollo sostenido es necesario planear la obsolescencia de aquello que hoy permite la subsistencia.

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