El río Medellín nos está hablando, ¿lo estamos escuchando?
By Antonio Hoyos Chaverra - octubre 23, 2025
El reciente caos generado por la socavación en las vías del metro, aledañas al río Medellín, no solo provoca congestión e incomodidad para decenas de miles de personas cada día. También nos recuerda, con fuerza, la urgencia de diseñar e implementar un verdadero plan de adaptación al cambio climático, que comprenda la ciudad como un sistema vivo e interdependiente. Un plan que parta de una premisa básica: cuidar el río Medellín es cuidar la vida urbana que depende de él.
En 1992, Medellín dio un paso pionero al crear el Instituto Mi Río. Concejo y Alcaldía coincidieron entonces en la necesidad de una entidad encargada de la gestión integral del río Aburrá y sus afluentes. Su propósito era ambicioso: reducir la contaminación, mitigar riesgos y despertar la conciencia ambiental ciudadana.
Durante cerca de once años, Mi Río mantuvo vivos los márgenes del río Medellín y sus más de 4.200 afluentes. Promovió programas de educación ambiental que alcanzaron a miles de niños, niñas y jóvenes; en 1993 adquirió 800 hectáreas en el nacimiento del río para proteger su fuente, y en 1998 lanzó su programa más emblemático: PARCE (Programa de Aseo, Recuperación de Cuencas y Empleo). Esta iniciativa combinó limpieza y restauración con inclusión social, generando cerca de 30.000 empleos y ofreciendo a jóvenes de las comunas una alternativa distinta a la violencia. Por su impacto, Mi Río recibió el Premio Portafolio a la Generación de Empleo, una distinción que reconocía no sólo su aporte ambiental, sino también su poder transformador.
A pesar de sus logros, en 2002 el Instituto fue reemplazado en funciones por la Secretaría de Medio Ambiente, que creó una Subsecretaría de Metro Río —hoy desaparecida—. Desde entonces, el cuidado integral del río Aburrá ha quedado a merced de las prioridades políticas del momento. La desaparición de Mi Río dejó un vacío institucional evidente: hoy la responsabilidad sobre el río y sus quebradas se diluye entre entidades distritales, EPM, el Área Metropolitana y las corporaciones autónomas, sin una autoridad articuladora ni una visión de conjunto.
Los desafíos actuales, amplificados por el cambio climático, hacen aún más urgente reconstruir esa capacidad de gestión integral. ¿Qué pasaría si Medellín volviera a tener una entidad como Mi Río? No solo para cuidar el cauce, sino para liderar la gobernanza del agua en el Valle de Aburrá. Hoy, el 90 % del agua que consumimos proviene de otras subregiones de Antioquia, mientras el río Medellín, paradójicamente, se ha reducido al rol de transportar residuos y vertimientos que lo degradan.
No podemos desconocer los avances. Las plantas de tratamiento de aguas residuales San Fernando (Itagüí) y Aguas Claras (Bello), construidas por EPM, son inversiones esenciales. Lo mismo el proyecto Parques del Río (aún incompleto), que busca reconciliar a la ciudad con su cauce, y el reconocimiento del río como eje estructurante en el POT. Sin embargo, nuestras capacidades institucionales siguen siendo insuficientes para traducir esas obras en una política coherente y sostenida de cuidado, aprovechamiento y desarrollo sostenible con el río como corazón del sistema urbano.
Cuidar el río, densificar responsablemente sus márgenes y ejercer control territorial en las laderas son acciones esenciales para asegurar una Medellín sostenible y equitativa. Que esta molestia temporal en el transporte y las alertas constantes por lluvias sirvan, al menos, como recordatorio de que la naturaleza nos está pidiendo consciencia y planificación, y no más improvisación. En Medellín nos merecemos un río limpio e integrado a la ciudad con mejor cuidado. ¿Qué tal si revivimos Mi Río?

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